La ansiedad y el alcohol pueden relacionarse, pero… ¿De qué forma? ¿Es beneficioso utilizar la bebida para reducir los síntomas nerviosos? Parece que sí, porque el alcohol hace que nos sintamos más relajados… Y eso tiene sentido. ¿O no?
Hoy vamos a aprender qué relación pueden tener la ansiedad y el alcohol, y cómo pueden funcionar a la vez cuando bebemos para reducir los síntomas de este trastorno. ¿Quieres saber más? ¡Sigue leyendo!
La ansiedad
Este trastorno tan frecuente en nuestra sociedad es cada día más visible. Cuando hablamos de la ansiedad, sabemos bien cómo reconocer sus síntomas:
- Nerviosismo, inquietud, angustia.
- Taquicardia.
- Nauseas.
- Dolor de cabeza y de estómago.
- Preocupaciones, miedo al futuro.
- Incapacidad para dormir.
- Baja gestión emocional.
Esta ansiedad puede producirse en diversas ocasiones y presentarse en modos diferentes de trastornos. Entre los más frecuentes podemos encontrar las fobias, los ataques de pánico, el estrés o la ansiedad generalizada.
Y, ¿qué hacemos nosotros al respecto cuando nos vienen estos síntomas?
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La ansiedad y el alcohol
En muchas ocasiones, debido al fácil acceso que tenemos, tendemos a lidiar estos síntomas tomando alcohol. Lo hacemos porque el alcohol nos ayuda a relajarnos y, así, se nos hace más fácil gestionar todo lo que la ansiedad nos trae, pero… ¿Es funcional?
El alcohol, como todos sabemos, es una sustancia depresora. ¿Qué quiere decir esto? Que ralentiza el funcionamiento del cerebro, haciendo que reduzca la actividad. Sin embargo, por otro lado, puede hacer que nos suba la presión arterial o se nos acelere el ritmo del corazón.
Lo que ocurre con la ansiedad y el alcohol, es que esta sustancia hace disimular los síntomas, pero… ¿Realmente están desapareciendo? Por supuesto que no. Y cuando los efectos del alcohol desaparecen, la ansiedad puede presentarse:
- Con la misma intensidad que antes.
- Con mayor intensidad que antes.
Entonces, ¿por qué seguimos haciéndolo? Cuando nos faltan las herramientas emocionales para superar la ansiedad, buscamos cualquier forma que nos sea mínimamente útil. Así, la ansiedad y el alcohol inician su relación: consumimos para sentirnos mejor, al día siguiente nos vuelven las emociones, así que volvemos a beber.
La relación a largo plazo
Aunque a corto plazo, como comentamos anteriormente, parece que de alguna forma puede funcionar… El problema no lo encontramos solo al día siguiente, por una posible resaca o que los síntomas sean algo más agudos. El mayor de los problemas viene a largo plazo: la adicción.
Si mantenemos la dinámica anteriormente mencionada, conseguiremos que nuestro organismo comience a tolerar cada vez más el alcohol. ¿Qué quiere decir esto? Que necesitaremos más bebida para reducir los síntomas de la ansiedad y, también, que al día siguiente los síntomas serán más agudos cuando vuelvan.
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En una adicción, no solo vamos a sentir la necesidad y el fuerte impulso de beber, sino que le acompañan muchos otros síntomas, entre ellos:
- Depresión.
- Agitación.
- Insomnio.
Y en caso de querer abandonar la conducta… Llega la abstinencia. ¿Qué es lo primero que nos acompañará si intentamos dejar de beber, entonces? La ansiedad. Por lo que habremos agravado mucho más nuestra situación, en vez de darle una solución a nuestra gestión emocional.
Si te has visto reflejado en alguna de las situaciones de la ansiedad o la adicción al alcohol, puede que necesites ayuda profesional para desarrollar herramientas adecuadas. Puedes contar con la profesionalidad de las psicólogas de Arvum Psicología. Si necesitas ayuda, tan solo tienes que escribirnos a través del correo hola@arvumpsicologia.com. ¿Hablamos?