TIPS: Ideas para modificar un automatismo

TIPS: Ideas para modificar un automatismo

Domingo por la tarde, mañana toca ir a trabajar. Se me acaba el fin de semana y tengo la sensación de que no he hecho ni la mitad de lo que deseaba hacer. Además, me siento mal conmigo mismo por haber perdido el tiempo y, para colmo, me siento también mal por sentirme mal conmigo mismo… Sé que quiero cambiar todo esto, pero es que siempre me pasa igual… ¿qué puedo hacer? Me parece casi imposible que esto cambie…

¿Qué está pasando aquí? Que nos encontramos con un conjunto de automatismos:

Los automatismos o activaciones del piloto automático (ver PILOTO AUTOMÁTICO o LA INCAPACIDAD PARA EL CAMBIO para más información) son los elementos más difíciles de cambiar, porque llevan tiempo con nosotros y no siempre nos damos cuenta de que los tenemos. Afortunadamente, si tomamos consciencia de ellos, tendremos una oportunidad para modificarlos. Vamos a ver algunas ideas sobre qué podemos hacer para no dejar pasar estas oportunidades y poder ser la versión de nosotros que nos hace sentir plenos y satisfechos:

    1. Tener claro el proceso de cambio

Para hacer cualquier cambio, primero debemos saber a qué nos enfrentamos. Vamos a ver qué implica cambiar un automatismo:

Cambiar un automatismo es como caminar por la montaña: si siempre voy por el mismo camino, éste estará libre de plantas y ramas que me impidan el paso, pues las habré ido quitando a medida que he ido recorriendo la misma ruta. Si voy andando sin pensar, mis pies caminarán por la zona que veo transitada y hallanada, no por las zonas complicadas que me implican un esfuerzo e incomodidad. Si de repente me planteo hacer una ruta nueva, diferente, seguramente será difícil de recorrer, pues estará llena de vegetación porque todavía no he caminado por allí. Las primeras veces que haga la nueva ruta, ésta me será difícil: habrá ramas que apartar y rocas que quitar, pues no habremos pasado todavía por allí. Pero a medida que vayamos repitiéndola, ésta cada vez estará más libre de maleza y obstáculos (los habremos quitado al pasar por allí) y el terreno poco a poco irá quedando cada vez más allanado y más fácil de transitar. Por otro lado, la antigua ruta (el antiguo automatismo) será cada vez más difícil de recorrer: al no pasar ya tanto por allí, la vegetación habrá vuelto a crecer sin que nadie la esté apartando para pasar: ya no será un camino tan fácil de recorrer cuando vayamos caminando sin pensar. 

    1. Tener en cuenta que el camino es difícil: si cuesta, es que vamos bien

Al principio lo que sentiremos es que cuesta mucho cambiar, porque nos seguimos sintiendo igual aunque nos digamos mentalmente otra cosa. Ahora no se trata de sentirse diferente, sino de actuar diferente. Con el entreno, el automatismo anterior se irá perdiendo y podremos generar otro más saludable y coherente con cómo queremos ser. Será entonces cuando también pasaremos a sentinos diferentes.

    1. “Fácil” no quiere decir “real”

Los automatismos funcionan como vocecillas internas que nos dicen qué pensar y sentir. Muchas veces ni nos damos cuenta de ellas, pero cuando sí lo hacemos nos las creemos por el simple hecho de que nos lo estamos diciendo y sintiendo así (por ejemplo, cuando pensamos que haremos algo mal porque lo sentimos así y nos es muy fácil imaginarlo). Nuestro cerebro relaciona inconscientemente que lo que sentimos y pensamos es real por el hecho de que venga rápido o esté muy disponible en nuestra mente. Y si nos lo creemos, no haremos nada para cambiarlo.

Pero no nos confundamos: que sea fácil pensar y sentir de un modo concreto no es porque este modo sea más real, sino porque nuestra mente está más acostumbrada a ello (cuanto más tiempo llevo haciendo o pensando algo, más automático me saldrá).

Si nos creemos que algo es más real por el hecho de que lo tenemos más disponible en nuestra mente, tendríamos que afirmar entonces que también será real que aparecerá un zombie de noche mientras duerma en la cama porque por la tarde he visto una película de terror de zombies y ahora tengo miedo. En cambio, en este ejemplo, vemos claro que aunque tengamos miedo, este miedo es falso y los pensamientos que lo acompañan también, aunque lo sienta muy vívido. Igual que no nos creemos estos pensamientos que vienen “fáciles” a nuestra mente, tampoco debemos creernos todos los demás.

Recuerda: son sólo pensamientos y sensaciones corporales, no realidades indudables sobre el mundo exterior.

    1. Marcar una dirección clara

No solamente es importante ser consciente de mi automatismo; también debo saber qué quiero hacer en estas situaciones donde éste se activa. Es como subir a un taxi: le puedo decir dónde no quiero ir (qué no quiero pensar o sentir), pero hasta que no le diga dónde sí quiero ir, será difícil que pueda arrancar. Por tanto, debo marcarme una ruta de qué quiero conseguir

  1. Paciencia

Estamos hablando de cambiar hábitos (emocionales y de conducta) que seguramente llevan años con nosotros. No será de la noche a la mañana. Afortnadamente, tampoco tendremos que esperar al final del camino para ver resultados: si trabajamos en ellos cada día, podremos ir recogiendo resultados al poco tiempo. 

Autocoherencia o cómo estar bien con uno mismo

Autocoherencia o cómo estar bien con uno mismo

Tendría poco margen de error si dijera que, en mi vida, van más de 100.000 veces en las que he acabado haciendo cosas muy diferentes a las que quería de verdad, como dar las gracias a alguien porque “¿qué se dice? gracias” aunque no estés agradecido, o no comer esa última patata de unas bravas compartidas con amigos que siempre parece tan deliciosa.

Esta misma actitud la he visto también en todas las personas que han venido a mejorar su bienestar y a poner fin a su malestar (ansiedad, depresión…) y estoy convencido de que en menos de 10 segundos te pueden venir a la mente ejemplos de tu propia vida personal a ti también.

Lo que queremos hacer muchas veces dista de lo que acabamos haciendo. Qué incoherentes somos, ¿no?

Pues esta falta de coherencia es, justamente, el principal motivo de nuestro malestar: hay una parte de nosotros que sabe lo que queremos y desea lograrlo, pero no siempre es ésta la parte que guía nuestra conducta. Y eso provoca que el malestar a veces pueda ser no comer la última patata de unas bravas, pero otras veces es el malestar de no decirle a un amigo que nos ha dolido su comentario, el malestar de no lograr cumplir una dieta o ir al gimnasio porque nos falta “disciplina”, o el malestar de notar que no estamos llevando la vida que deseábamos años atrás.

¿Por qué no actuamos según lo que deseamos?

Hay 3 bloqueos a nuestra coherencia y paz interior, que son:

Exigencias: son esas voces internas que nos dicen cómo debemos ser, más allá de lo que deseemos. Nos dicen que hay cosas que están bien y cosas que están mal, que si hacemos lo correcto seremos compensados (o nos mereceremos un premio)  y que si hacemos lo incorrecto seremos castigados. Nos “obligan” a actuar de un modo concreto, y logran que les hagamos caso a través del miedo: miedo a disgustar a los demás, miedo a ser unos fracasados, miedo a ser malos, miedo a quedarnos solos… ¿Cómo voy a decirle a mi amigo que me molesta su comentario si creo que entonces se enfadará conmigo y se distanciará de mi?

Pereza: es la parte de nosotros que nos susurra al oído que aplazemos la alarma 5 minutos más. Nos dice que lo más importante es el placer inmediato y que solamente debemos atender a eso. Bajo esta norma, nos asegura que todo lo que deseamos hacer implica muuucho esfuerzo, y eso va en contra del placer que podemos obtener si seguimos tumbados en el sofá. ¿Cómo voy a ir al gimnasio con lo cansado que estoy? ¿Por qué tengo que “sacrificarme”?

Desconocimiento: nos han educado a cumplir con lo que “toca”, a hacer lo que “se espera” de nosotros. Ya lo decían en la introducción de Trainspotting de modo sarcástico, utilizando el “elige” en vez del “debes hacer esto”: “Elige la vida. Elige un empleo. Elige una carrera. Elige una familia. Elige un televisor grande que te cagas. Elige lavadoras, coches, equipos de compact disc y abrelatas eléctricos…”. Estamos tan pendientes de qué debemos hacer y de no perder el placer, que no hemos alimentado a la parte de nosotros que se encarga de decirnos qué es importante y significativo para nosotros, qué deseamos hacer con la vida que tenemos. Y si no sabemos qué queremos, ¿cómo no vamos a hacer caso a las exigencias o a la pereza?

¿Cómo los combatimos?

Hay muchas herramientas que nos ayudan a hacer frente a estos bloqueos, pero lo primero es ser conscientes de esos bloqueos cuando aparecen: no podemos combatir aquello que no vemos.

Un ejercicio que te puede ayudar a tomar consciencia es anotar, al final del día, las situaciones que hayas vivido a lo largo de ese día que te hayan incomodado (aunque haya sido mínimamente). Una vez anotadas, fíjate en si te has obligado a algo que no querías (exigencia) o si sentías pereza ante la idea de hacer algo. Por último, anota al lado cómo te gustaría haber actuado en aquella situación si no tuvieses exigencia o pereza. El resultado será la parte de ti que tiene que ser alimentada: cuanto más la atiendas y le hagas caso, menos poder tendrán las exigencias y la pereza en tu vida, y más coherente contigo mismo serás.

Y esa coherencia con nuestros valores e intereses es, al fin y al cabo, la esencia del bienestar emocional.